El leopardo y la tortuga

Kúlù bá zĕ báꜜwúp ébeĕm

​Había una vez un poblado de cazadores. El bosque adonde iban a cazar y a cultivar sus huertas era el hábitat de la tortuga y el leopardo, los cuales tenían la costumbre de ir con sus familias en su ausencia a consumir las provisiones que dejaban esos cazadores en la cabaña y esfumarse. Eso hacían continuamente. Iban con sus familias, comían todo lo que encontraban en la cabaña y se marchaban.

Un día los cazadores dijeron:

—¿Qué es lo que suele comerse nuestras provisiones en la cabaña, y de dónde procede?

Entonces prepararon otras, las guardaron y acordaron cambiar la hora habitual de su regreso. Abandonaron la cabaña y se fueron de caza.

Aquel día regresaron antes de la hora que solían hacerlo. La tortuga, al escucharlos, llamó al leopardo y le dijo:

— Amigo, los dueños de la cabaña han llegado, ¿Qué hacemos?, Nos van a atrapar.

Y el leopardo le dijo:

— Busquemos un escondite enseguida.

La tortuga le dijo:

—¿A dónde iremos estando ellos tan cerca? Se encuentran a un tiro de piedra.

Y el leopardo le dijo:

— Escondámonos aquí, dentro de la casa.

La tortuga dijo:

— Voy a esconderme con mis críos al secadero.

Y el leopardo le dijo:

—¡Ni hablar! Al secadero voy a esconderme con mis cachorros.

La tortuga dijo:

— Bueno, nos esconderemos en la leñera.

El leopardo dijo:

— Nanay. ¿Pretendes ir a esconderte a la leñera adonde voy a esconder a mi esposa, a mis cachorros y al resto de mi familia? ¿Quién te has creído que eres?

Y la tortuga le dijo:

— Me rindo.

Entonces tuvo una ocurrencia, defecó sobre las hojas que estaban extendidas en el suelo y dentro de sus excrementos metió a cada uno de sus críos. Así escondió también a su esposa y, para esconderse él mismo, defecó en otra hoja.

Los cazadores llegaron y, al entrar en la cabaña, dijeron:

— Esta cosa ha vuelto a comer nuestras provisiones. ¿Cómo vamos a descubrir lo que suele comerse nuestra comida?, Además ha defecado encima de las hojas y esos excrementos hieden. Sacadlos rápido.

Empezaron a sacar los excrementos de la cabaña y a arrojarlos al vertedero. Cada uno de ellos, después de ser arrojado al vertedero, sacudía los excrementos y se iba al bosque. Así es como se escaparon todos.

Entretanto el leopardo y sus cachorros se quedaron atrapados en el secadero. Al anochecer, encendieron el fuego y el fuego empezó a sacar humo, lo cual incomodó a los cachorros escondidos en la leñera y en el secadero; y uno de ellos se puso a quejar en voz baja primero:

— Papi, el humo me molesta.

Y el leopardo le dijo:

— Cállate, si te oyen, nos matarán.

Pero el humo se le hizo insufrible al cachorrito:

— Papi, el humo me molesta.

Y el leopardo le dijo:

— Te he mandado callar. Si esta gente nos descubre, nos matarán. Están armados.

El cachorrito no aguantó más y gritó:

— Papi, el humo me molesta.

Los cazadores preguntaron:

—¿Qué ha sido esto?

Y cogieron sus armas. En vano intentó el leopardo acallar al cachorrito:

Papi, el humo me molesta.

Entonces gritaron:

—¡Es lo que suele comer nuestra comida!

Se levantaron y destruyeron el secadero. Cuando el leopardo intentó salir, ¡bum!, le dispararon. Sus cachorros también lo intentaron, sin éxito. La esposa, al intentar salir de la leñera, ¡bum!, la dispararon. Así murió toda su familia.

La tortuga se salvó gracias a su astucia y el leopardo murió por su egoísmo.