El cazador y sus perros

Munthu bodzi adacoka kumui kwace na Mbwaya Zace

Érase una vez, un hombre que fue a la caza con sus perros. Después de tanto caminar sin encontrar ninguna presa, decidió regresar a casa. Estaba ya cansado y tenía también mucha sed, pero en esa región no había ninguna fuente de agua donde pudiese satisfacer sus necesidades. De repente, vio un lago con agua bien fresca, lo que lo dejó aliviado. Tiró su hacha al suelo, mojó su garganta bebiendo aquella agua juntamente con sus perros.

Cuando estaba cerca de su aldea se encontró un gran embondeiro, donde había una colmena llena de miel. Utilizó su hacha para cortar unos palos que colocó en el árbol. Así, subió con un recipiente hecho con la cáscara del árbol y de allí extrajo mucha miel sabrosa. Entretanto, cuando estaba bajando del árbol, uno de los palos colocados en el embondeiro se cayó y el cazador se quedo imposibilitado de llegar hasta abajo.

El cazador nervioso se lamentó diciendo:

— ¡Si estos perros míos fueran personas me ayudarían, colocando el palo en su lugar para que yo pudiera bajar!

Entretanto, el más viejo de los perros dijo:

— ¡Amo, nosotros te podemos ayudar muy bien, pero deberás mantener esto en secreto, por el contrario te podrá traer una gran tristeza!

El cazador juró no revelar a nadie lo que había pasado. Entonces el perro más viejo hizo lo que su amo le pidió y el cazador bajó alegremente con su miel encima. Cerca de su casa, encontró un conejo que los perros mataron en seguida. Cuando llegó a casa, la primera cosa que hizo fue darles a los perros la miel sabrosa. Después preparó el conejo, habiendo entregado la mejor parte de carne a los perros. A la mujer le extrañó la actitud de su marido, porque él no se comportaba de aquella manera habitualmente. Ella, espantada, preguntó al marido:

— ¿Por qué haces esto hoy?

El marido respondió:

— ¡Tú no sabes lo que estos animales hicieron por mí! – Mientras que el cazador explicaba a su esposa lo que había pasado, el perro grande iba acompañando la conversación entre ambos, moviendo la cola como señal de alerta para que el cazador parara de contar su secreto. El continuaba contándolo todo a su esposa y, repentinamente, cayó y murió.