Ngembo, el murciélago y Moi, el sol

Ngembo na Moi

​Érase una vez dos amigos: Ngembo y Moi. Eran dos buenos amigos que se trataban y compartían a menudo sus penas y alegrías.

Un día Ngembo se enteró de que el hijo de su amigo estaba enfermo. Se dijo:

— Debo ir a visitar al hijo de mi amigo.

Cogió entonces el bolso en el que guarda generalmente su fetiche y se puso en camino. Al llegar a la casa de su amigo se encontró con muchos curanderos que trataban de ocuparse y curar, en vano, al niño.

Observando durante un tiempo, comprobó que las curas eran insuficientes. Llamó a su amigo aparte y le habló en estos términos:

— Amigo mío, me parece que tus curanderos han demostrado sus límites; yo estoy dispuesto a ocuparme de tu hijo y sanarlo.

Muy bien, respondió Moi.

De inmediato, Ngembo sacó el fetiche de su bolso y lo entregó a su amigo recomendándole que se lo hiciera llevar puesto al enfermo durante dos días. Así lo hizo Moi. Al cabo de dos días el enfermo se curó. Esta curación alegró mucho a Moi y mucha otra gente.

Algún tiempo más tarde, Ngembo comenzó a reclamar el fetiche a su amigo. Fue a verlo una primera vez, pero Moi lo despidió con desdén:

— Deja de molestarme. Lo he guardado en algún lugar de la casa; en otro momento te lo voy a buscar.

Ngembo volvió a su casa decepcionado.

Algunos días más tarde, Ngembo volvió a reclamar su fetiche por segunda vez. Nuevamente, Moi lo desairó con desprecio. Lo mismo sucedió la tercera vez.

Desanimado, Ngembo pasó varios días en su casa sin volver a ir a reclamar su fetiche. Pero sucedió que su propio hijo fue afectado por la misma enfermedad que el hijo de Moi. Por lo tanto, decidió ir a recuperar a cualquier precio la medicina a la casa de Moi. Allí lo encontró muy bien vestido, a punto de salir y le dijo:

— Amigo mío, mi hijo contrajo la misma enfermedad que había sufrido el tuyo; devuélveme la medicina. Debo curar a mi hijo.

— No. Tal como me ves ahora, muy bien vestido, ¿Me crees capaz de volver a entrar en mi casa para buscártelo? Le replicó Moi.

Entre tanto, dejó a Ngembo y se fue. Éste volvió a su casa muy triste. Trató de curar a su hijo con otras medicinas pero sin éxito. Su hijo murió.

A partir de ese día, Ngembo decidió romper su amistad con Moi. Decidió no volver a verlo jamás. Por eso, Ngembo sólo se pasea durante la noche con la cabeza baja por miedo a reencontrarse con Moi.