Porqué a Mokomboso, el chimpancé, le faltó la cola

Zela zela Mokomboso azanga mokila

​Érase una vez algunos animales que vivían en el mismo pueblo. Un día un herrero ambulante llegó a ese pueblo. Allí encontró a Mokomboso que lo acogió muy amablemente y le ofreció su hospitalidad.

El herrero le dijo:

— Soy fabricante de colas. Informa a tus hermanos.

Mokomboso tocó el lokolé para llamar a sus hermanos animales:

— Venid. Venid a buscar las colas del fabricante. Venid el domingo.

Todos los animales se enteraron de esto y el día mencionado, el Leopardo fue el primero en aparecer. El herrero le fabricó una cola. Luego fue el Mono que recibió la suya y se fue. Se presentaron todos los animales, uno por vez, en la casa de Mokomboso que se limitaba a observar, diciéndose a sí mismo:

— Que fabrique primero para los demás que deben irse, luego reservará una más bella para mí que soy su anfitrión.

El herrero fabricó de ese modo colas para todos los animales, salvo para Mokomboso.

Un día, en ausencia de Mokomboso que se había ido de paseo, el herrero recibió a un mensajero que había venido a decirle:

— Herrero, vuelve pronto a tu casa: tu hijo está muy grave; si tardas demasiado lo encontrarás ya muerto.

El herrero, conmocionado, decidió volver a su pueblo. Sin embargo, resolvió esperar que Mokomboso regresara para agradecerle por su hospitalidad y despedirse.

Mientras tanto, Mokomboso erraba en el bosque. Al regresar encontró a su huésped que había embalado todo, incluso sus herramientas de trabajo.

El herrero le informó sobre la triste noticia. Tras haber meditado un momento, Mokomboso prosiguió:

— Te he acogido amablemente en mi casa, has fabricado colas para todos. ¿Cómo puedes partir sin hacer lo mismo para mí?

— Amigo mío, ya embalé mis pertenencias, hoy no he trabajado. ¡Oye! Te agradezco por tus favores. ¡Adiós!

Mokomboso se arrodilló delante del herrero implorando:

— Hermano mío, ayúdame, te lo ruego.

— Hermano, es verdad que hemos vivido juntos, pero ahora ya no puedo hacer nada por ti, le respondió el herrero.

Mokomboso no cesó de suplicarle. El herrero le llamó y le dijo:

— Hermano mío, lo que me has pedido es contrario a mis costumbres. Sin embargo, tenías una buena oportunidad ya que todo se hacía en tu propia casa. Pero has esperado demasiado.

Con esas palabras, el herrero cogió sus pertenencias y se fue.

Por eso desde ese día se dice: por haber esperado demasiado, a Mokomboso le faltó la cola.