El leopardo, el perro y la cabra

Nzĕ, mvú yà kábàn

​Érase una vez un leopardo, un perro y una cabra que vivían juntos. Entonces les sobrevino el hambre y decidieron ir de pesca. Al salir de pesca, llegaron a un río grande bosque adentro y lo canalizaron con presas. El leopardo fue a pescar río arriba, el perro le seguía y más abajo se encontraba la cabra.

Al empezar a desaguar su estanque, el leopardo dijo:

— Haya pesca o no, me comeré a alguien.

El perro dijo:

—¡Qué cosas dice el leopardo! Me temo que esto no va a terminar bien.

El perro se fue y comenzó a pescar diciendo:

— Quien no pueda correr morirá.

La cabra lo oyó y dijo:

—¿Qué significa esto que dice el perro? ¿Será acaso porque soy quien menos corre? Luego la que ha de morir soy yo.

Ella también se puso a desaguar su estanque diciendo:

— Cada maestrillo su librillo.

Así pasó el día y no capturaron ni un solo pececillo. Cuando regresaban al poblado, el leopardo se detuvo al llegar a la zona de aguada y dijo:

— Amigos míos, si bien es cierto que no ha habido pesca, no por ello voy a pasar hambre. Tengo que devorar a uno de vosotros aquí mismo.

El perro saltó y se echó a correr, grrrrr. El leopardo también, persiguiéndolo. Entonces la cabra, al quedarse sola, dijo:

—¿Qué hago? ¿Seré tonta? ¿Por qué estoy quieta? Cuando regrese este individuo, porque estoy segura de que no atrapará al perro, vendrá a por mí.

La cabra a su vez empezó a correr lentamente hasta una vieja plantación y en el barro fue dejando huellas por todas partes de forma confusa; luego dio un brinco, ¡faaas!, y, al caer, se hundió en el barro, ¡mioc!, y quedó sumergida de tal forma que afuera solamente asomaban los ojos.

En cuanto el perro se le escapó, el leopardo dio media vuelta para ir a por la cabra. Volvió, grrrrr, y llegó; pero, al querer meterse en el barro, vio tantas huellas que dijo:

—¿Cómo sabré a dónde se ha ido la cabra?

Sin amilanarse por ello, fue pateando como la cabra y de pronto se encontró ante mimendono, porque fuera solo se veían unos ojos reventones.

—¡Mimendono!, ¡Mimendono!

—¿Sí?

—¿Has visto pasar por aquí una cabra?

— Ya he matado nueve leopardos y tú serás el décimo.

El leopardo dijo:

—¡Cuidado con este tipo que dice que ha matado a nueve leopardos y que seré el décimo! Si voy a ser su próxima víctima, pues, ¿para qué os quiero?

Saltó y huyó al monte. Y se fue el leopardo sin devorar a la cabra ni al perro.