El leopardo y la tortuga

Chui na kobe

​Un día el Leopardo y su amiga la Tortuga se fueron al bosque. El Leopardo dijo a la Tortuga:

— Amiga mía, vayamos al bosque a colocar trampas.

La Tortuga y el Leopardo partieron pues al bosque a colocar trampas. Al llegar allí prepararon todo para acampar. A la mañana siguiente, el Leopardo dijo a la Tortuga:

— Amiga mía, vayamos cada uno por su lado a colocar las trampas.

El Leopardo fue hacia un rincón del bosque y colocó sus trampas. La Tortuga también fue hacia otro rincón y tendió sus propias trampas. Dos días después, por la mañana, el Leopardo dijo:

— Vayamos a inspeccionar las trampas.

El Leopardo fue a ver las suyas y volvió con un animal de caza. La Tortuga hizo lo mismo y sólo recogió hongos. El Leopardo dijo:

— Compañera: ¡tú has colocado trampas y sólo has conseguido hongos! Yo he traído animales de caza de las trampas que he colocado. ¿Qué clase de trampas has fabricado?

La Tortuga le respondió:

— Yo también podré matar animales.

Tras haber preparado sus respectivas comidas, el Leopardo dijo:

— Vayamos a bañarnos.

Apenas llegaron al río, el Leopardo se tiró al agua primero, pero volvió a salir pronto porque no sabía nadar muy bien. La Tortuga le dijo:

Tú que no sabes nadar: ¡mírame!

La tortuga se zambulló, saliendo luego del agua mucho más lejos; fue discretamente hasta el campamento y comió toda la carne del Leopardo. Luego, satisfecha, volvió al agua, nadó y volvió a salir en el sitio en el que se encontraba el Leopardo, al que le dijo:

Amigo mío, tú no sabes nadar nada. ¿Ves cómo nado yo? ¡Tú no puedes quedarte mucho tiempo en el agua, como yo!

Luego regresaron al campamento.

Al llegar, el Leopardo fue a mirar su plato de carne y lo encontró vacío. Entonces gritó:

—¡Ah! Tortuga, ¿Quién se comió mi carne?

La Tortuga contestó:

— Tal vez los que vienen del pueblo han podido comer tu carne. Pero no te preocupes, ¡No es nada!

A la mañana siguiente, el Leopardo fue a ver las trampas que había colocado y regresó trayendo más carne de caza. La Tortuga también fue a ver a las suyas y sólo volvió con hongos. El Leopardo le dijo entonces:

— Vamos a bañarnos, hermana mía.

Los dos amigos fueron a bañarse. El Leopardo nadó y enseguida salió del agua. La Tortuga le dijo:

— Déjame mostrarte cómo se nada.

Entonces la Tortuga se zambulló, salió mucho más lejos y volvió al campamento. Allí comió la carne del Leopardo y regresó.

— Amigo mío, ¿Ves cómo se nada?

El Leopardo quedó atónito. Luego volvieron al campamento. Al llegar, el Leopardo volvió a encontrar su plato de carne vacío en su choza. Y le dijo:

— Ya voy a ver quién me está haciendo esta mala jugada.

Otro día, tras haber cocido su comida, el Leopardo dijo a la Tortuga:

— Vamos a bañarnos al río.

Durante el camino, le dijo:

— Tortuga, me quedaré un poco aquí para hacer mis necesidades.

Dio media vuelta, cogió arcilla y fabricó una estatuilla; la untó con liga y la ubicó cerca de su plato de carne. Luego fue a reunirse con la tortuga. Al llegar, nadó bastante y salió del agua. La Tortuga le dijo:

Yo voy a seguir nadando un poco más.

Se zambulló, salió del agua como siempre y volvió al campamento. Al llegar allí, se puso a comer la carne del Leopardo, cogió un plato de carne y se lo dio a la estatuilla que había fabricado el Leopardo, diciéndole:

— Come rápido. Que el Leopardo no nos descubra comiendo su carne.

Y le repitió:

— Come, come rápido. Que el Leopardo no nos descubra comiendo su carne. ¿No quieres pues comer carne? Come, el dueño de la carne va a volver pronto.

Como la estatuilla no respondía, la Tortuga le dio una bofetada y su mano quedó pegada encima. Luego le dio un puntapié y del mismo modo, su pata quedo pegada. Le dio un cabezazo y la cabeza quedó pegada. La Tortuga quedó pues pegada a la estatuilla. Mientras tanto, el Leopardo, impaciente, dijo:

—¿Cómo se zambulló mi amiga? ¿A dónde ha ido?

Entonces el Leopardo volvió al campamento donde encontró a la Tortuga. Al verla, exclamó:

— Vaya, vaya… Eres pues tú, Tortuga, la que viene cada vez a comer mi carne. Yo creía que era algún otro. Así que eres tú. Te mataré hoy mismo.

La Tortuga le contestó:

— Amigo mío, si quieres matarme, lánzame al aire y verás cómo bajaré y dirás: he aquí la vieja Tortuga, he aquí la vieja Tortuga. Si me golpeo contra tu frente, moriré.

El Leopardo la lanzó al aire. La Tortuga cayó sobre la frente del Leopardo que murió en el momento.

— Así engañó la Tortuga al Leopardo hasta terminar matándolo.