El padre y el hijo

Tata ti mwana na yandi

​Érase una vez en un pueblo, un hombre y una mujer. Ambos habían tenido muchos hijos, pero todos habían muerto y sólo les quedaba un único hijo varón.

Cuando el niño creció, dijo a su padre:

— Papá, quisiera construir mi propia casa.

El padre contestó:

— No hay ningún problema; ya que eres grande, tienes derecho a tener tu propia casa.

Con un machete, el joven se fue al bosque y cortó cuñas, estacas, barras, bambúes y nzomfi que llevó al pueblo y utilizó para construir su casa.

Cuando la casa estuvo terminada, el hijo se dirigió nuevamente a su padre diciendo:

— Papá, quisiera casarme con una mujer.

El padre le dio su acuerdo y cuando tuvo a su mujer en la casa, vivieron durante mucho tiempo.

Un día el hijo llamó a su padre diciendo:

— Papá, no dejes de venir a mi casa mañana a la mañana.

Pasó la noche y la mañana y el padre fue a la casa de su hijo. Cuando llegó, éste le ofreció un asiento y se sentó. El hijo le dijo:

— Papá, papá…

El hijo continuó:

— Sabes, papá, yo soy más listo que tú. Si me escondo aquí, me buscarás pero no me encontrarás.

El padre no se convenció en absoluto. Entonces el hijo le dijo:

— Papá, ¡veamos!

El hijo fue detrás de la casa y cogió un cacahuete. Lo peló, comió el grano y entró en la cáscara donde se escondió.

No estaba lejos de la maleza, a la entrada del pueblo y allí, un gallo que pasaba vio el cacahuete y se lo tragó.

Mientras que el gallo se pavoneaba, una mangosta lo atrapó, se lo tragó entero y huyó al bosque. Allí, en el bosque, se refugió debajo de un árbol y una serpiente pitón que pasaba por allí, la atrapó y se la tragó.

Pasaron varios días. El hijo seguía en paradero desconocido.

Un día, la serpiente pitón pasó cerca del pueblo y se dirigió hacia el establo del padre del hijo desaparecido. Mientras que la pitón trataba de atrapar un macho cabrío, todos los machos cabríos se pusieron a balar y se escaparon. Mientras tanto, el padre se encontraba en su casa en compañía de su mujer con quien hablaba de su hijo desaparecido. Al oír los balidos se levantó enseguida. Con el fusil en una mano y el machete en la otra, se precipitó al establo. Y allí descubrió a una enorme pitón y le disparó.

El hombre llamó a su mujer y ambos se pusieron a descuartizarla. En el interior de la serpiente pitón encontraron a la enorme mangosta que se había tragado.

Luego, fue el turno de la mangosta, en cuyo interior descubrieron al enorme gallo que se había tragado. Luego de descuartizar a la mangosta, hicieron lo mismo con el enorme gallo que ésta se había tragado. En el interior del gallo, descubrieron al cacahuete que se había tragado. Por último, al abrir el cacahuete, encontraron a su hijo que se había escondido.

Muy sorprendido, el padre exclamó:

— Pero, ¿Qué veo? ¿Es realmente mi hijo?

Y el hijo se puso feliz por haber desafiado a su padre.

Algunas semanas más tarde, el padre invitó a su hijo a acompañarlo a cazar.

El día previsto, el padre cogió su fusil y su machete y se fueron al bosque. Allí el padre le pidió al hijo que lo esperara y continuó avanzando solo. Allí donde fue, mató a un elefante. Luego volvió junto a su hijo y le habló en estos términos:

— Ve rápido a llamar a la gente del pueblo para que venga a ayudarnos a descuartizar y a transportar al elefante.

El hijo volvió rápido al pueblo. Al llegar cerca del pueblo, oyó llantos, que lo sorprendieron y dijo:

— Al partir al bosque, no dejé ningún duelo, ¿Quién ha muerto?

A medida que iba acercándose, se dio cuenta de que los llantos provenían de su casa. Al llegar, encontró a su padre muerto y a mucha gente llorándolo. Esto lo desconcertó y se quedó inerte. La muchedumbre lo trató de idiota.

El hijo reaccionó en estos términos:

— Acabo de dejar a mi padre vivo en el bosque. Ha matado a un elefante y me envió a buscar gente para descuartizarlo y transportarlo. Pero ustedes me dicen que mi padre está muerto. ¿De qué padre se trata?

Mientras que meditaba así, la gente del pueblo continuaba considerándolo un idiota. Entonces, regresó pronto al bosque donde se reencontró con su padre, que le preguntó:

—¿Dónde está la gente que te mandé a buscar?

Confundido, el hijo respondió:

Papá, al llegar al pueblo, te encontré muerto, delante de nuestra casa y todos estaban llorándote.

El padre le replicó:

— Vuelve rápido a buscar gente al pueblo; yo estoy perfectamente vivo. ¿A quién viste muerto allá?

Por segunda vez, el hijo volvió al pueblo donde se repitió la misma escena. La gente volvió a sorprenderse:

—¿Qué clase de hijo es este joven? Su padre ha fallecido pero a él no le importa, sigue paseando. ¡Ven pronto aquí, ven a llorar a tu papá!

Desconcertado, el hijo replicó:

—¡No! Acabo de volver del bosque por segunda vez y allí dejé a mi padre vivo esperándolos a ustedes y a mí para que descuarticemos y transportemos al elefante que ha matado. Entonces, ¿Quién es el que ustedes están llorando?

Por tercera vez, el hijo volvió al bosque donde encontró a su padre que volvió a preguntarle:

—¿Dónde está la gente que has ido a buscar?

El hijo le contestó:

— Papá, cada vez que llego al pueblo, te encuentro a ti muerto y a la gente del pueblo llorándote; yo no soy idiota. ¿Qué es lo que está sucediendo exactamente?

El padre se dirigió nuevamente a él en tono amenazador:

— Vuelve a ir a buscar gente al pueblo y regresa con ellos. El tiempo pasa y pronto caerá la noche.

El hijo regresó al pueblo y sólo vio lo mismo: el padre muerto y la gente llorándolo. Quedó conmocionado y anonadado por los insultos que le lanzaba la gente del pueblo.

Desanimado, decidió regresar al bosque donde una vez más su padre le preguntó:

—¿Dónde está la gente que has ido a buscar?

No pudiendo más, se expresó en estos términos:

— Papá, estoy agotado y no entiendo nada de lo que está pasando. ¿Qué me sucede? Aquí en el bosque estás vivo mientras que en el pueblo te están llorando, estás muerto, frente a nuestra casa.

Finalmente, el padre le dijo:

— Hijo mío, en la vida, debes saber que los mayores son los mayores y los menores son siempre menores. Acabo de probártelo.

Por ello, hermanos, recordemos de esta historia la siguiente lección:

— Hijo, si tu padre te lleva sobre sus hombros y desde allí ves hongos, avísale ya que es él quien te ha puesto sobre sus hombros.

Este es un refrán de nuestros antepasados.