Kingungwanjila y Sumbu
Kingungwanjila nyi Sumbu
Kingungwanjila y Sumbu eran amigos, además de tío y sobrino.
Los dos se casaron con dos hermanas. Kingungwanjila se casó con la hermana mayor, y Sumbu con la menor. Así pasaron los días, hasta un día en el que falleció el suegro de ambos. Se apresuraron a ir al entierro, y antes de llegar hicieron un trato:
Querido Sumbu, para demostrar el sentimiento de pena que tenemos por la pérdida de nuestro suegro, padre de nuestras mujeres, vamos a ayunar. No comeremos nada durante estos días.
Está bien querido Kingungwanjila, yo también había pensando en eso - dijo Sumbu.
Y así los dos continuaron el camino hasta el entierro y fueron recibidos por la multitud que allí se encontraba. Se sentaron, encogidos y apesadumbrados, en un rincón de la casa. Mientras, Sumbu, de vez en cuando, volaba por los aires, y aprovechando el descenso cogía un saltamontes que se comía, sin que su amigo desconfiase.
Kingungwanjila, triste, en el rincón de la casa le preguntaba:
¿Qué vamos a hacer? – Decía – por el fallecimiento de mi suegro, yo no como nada.
Y a su lado, Sumbu respondía:
Yo tampoco comeré nada.
Y hacía una acrobacia en el aire, y mientras descendía cogía otro saltamontes para engullir. Según fueron pasando los días Kingungwanjila adelgazaba, y viendo a su amigo siempre en forma, empezó a decirse:
Yo estoy perdiendo peso, y me estoy quedando flaco, y él está como siempre. Tiene que estar comiendo.
Esta idea iba cogiendo fuerza en su mente y repetía:
Por el fallecimiento de mi suegro no como nada.
Y el otro le respondía:
Yo tampoco comeré nada.
Y Sumbu hacía sus acrobacias en el aire, y aprovechando el descenso cogía un saltamontes que a continuación engullía.
Fueron pasando los días, y Sumbu continuaba comiendo a escondidas, y Kingungwanjila seguía en un rincón de la casa cada vez más deteriorado por el hambre, hasta que al final se murió.
Moraleja: No se debe confiar ciegamente en nadie cuando se trata de asuntos que ponen en peligro la vida.